31 de marzo de 2008

Intermedio



Imagen: Serie Agua Salada 1999-2001, Guillermina Ortega, Técnica Mixta.

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25 de marzo de 2008

Nota: Abriendo el diálogo

Hace algunas semanas, en el blog del Observatorio de la Sociedad de la Información, se publicó un post con el título "Una mirada ingenua al Programa Nacional de Cultura 2007-2012" en el que se comentaban las dos primeras entregas que nuestro blog publicó sobre el Programa Nacional de Cultura: http://osiuv.blogspot.com/2008/02/una-mirada-ingenua-al-programa-nacional.html

Nuestro blog se caracteriza por no tener la inmediatez con la que se postea la información. Lo nuestro es más bien un ejercicio de publicación quincenal en el que pretendemos reflexionar sobre temas que consideramos pertinentes abrir a debate acerca de las expresiones culturales y su presentación en el espacio público.

Respecto a lo editado por el Observatorio de la Sociedad de la Información, creemos necesario precisar que las últimas entregas han estado dedicadas al Programa Nacional de Cultura que se publicó a finales del año pasado, específicamente a los ocho ejes rectores del programa. Creemos que hay que mirar cuidadosamente, punto por punto, para analizar las propuestas tanto del aparato gubernamental, como de los creadores culturales y del público para no caer en el debate estéril y la crítica fácil. Creemos que la reflexión debe encaminarse a desenmascarar las prenociones generadas en todos los bandos (nosotros incluidos) para proponer bases de construcción en conjunto.

Por eso, agradecemos enormemente la lectura que el Observatorio de la Sociedad de la Información hace sobre nuestros piensos, invitamos a que se lean los post anteriores, y los posteriores, a la publicación que los colegas leyeron, y dejamos la puerta abierta para futuros intercambios, sólidos y generosos.

24 de marzo de 2008

Miradas al Programa Nacional de Cultura 2001-2007. Patrimonio y diversidad cultural

La primera observación que suscita el apartado “Patrimonio y diversidad cultural” del Programa Nacional de Cultura 2001-2007 tiene que ver precisamente con su denominación y estructura. Apenas se avanza en la lectura, se advierte que el tema central de dicho capítulo es la conservación del patrimonio cultural de la nación, tanto el tangible como el intangible. Siendo ese el asunto, la inclusión del término “diversidad cultural” en el título se antoja contraria a la riqueza de dicha denominación, al sugerir un tratamiento eminentemente conservacionista de una idea compleja, que comprende no sólo al patrimonio cultural en su conjunto sino, además, a los mecanismos y las circunstancias que posibilitan su reproducción y fortalecimiento.

Según la declaración y los convenios suscritos por el gobierno mexicano, la diversidad cultural debe considerarse como un mecanismo para, entre otras cosas, reducir la pobreza y alcanzar la meta del desarrollo sostenible. Conviene recordar al respecto que, para la UNESCO, la diversidad cultural es “una fuerza motriz del desarrollo, no sólo en lo que respecta al crecimiento económico, sino como medio de tener una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual más enriquecedora.”. Poco de ello aparece en el Programa, que se limita a proponer estrategias para la preservación patrimonial, sin ligarlas claramente a un proyecto de desarrollo económico o social.

Debe reconocerse, no obstante, que este tramo del programa incluye un diagnóstico bastante objetivo de los problemas y limitaciones que enfrentan las instituciones gubernamentales encargadas de proteger y conservar el patrimonio cultural de la nación. Especialmente claro resulta el análisis que se hace de los problemas que aquejan al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El dictamen es tan severo que obliga al lector a recordar las muchas empresas que el Instituto ha llevado a cabo con ventura a lo largo de su historia y la importante función que ha cumplido como investigadora, protectora y difusora del patrimonio cultural, pese a sus evidentes limitaciones y su acendrado verticalismo.

La medicina que se receta en el Programa como remedio para los males consignados apunta en la dirección correcta, ya que se hace énfasis en la importancia de una adecuada coordinación con los organismos estatales y municipales, al grado de que, hasta donde recordamos, Conaculta concede, por primera vez la posibilidad de compartir con los gobiernos estatales partes importantes de las responsabilidades que hasta ahora ejerce en exclusiva.

Desde luego, tal ruta es posible. El exitoso funcionamiento del Museo de Arqueología de Xalapa y el importante trabajo de rescate, investigación y difusión del patrimonio arqueológico de nuestra entidad que la Universidad Veracruzana lleva a cabo desde hace décadas en coordinación con el INAH son una muestra de que los estados pueden hacerse cargo de sus valores patrimoniales, cuando los criterios vigentes son de orden científico y los valores que los rigen son el rigor y la disciplina y no la demagogia y la superficialidad.

En todo caso, es cierto que, como lo postula el Programa, la situación demanda que el INAH armonice sus políticas de regulación del patrimonio en toda la república. Ello permitiría, por ejemplo, que los estados y los municipios cooperaran de manera importante en las tareas de registro de los bienes inmuebles, que es el primer paso para su adecuada protección; sólo que para ello es necesario que las diversas dependencias del Consejo se pongan previamente de acuerdo y definan con claridad los modelos de ficha de registro y otros instrumentos y normas básicos, a fin de que los demás órdenes de gobierno puedan participar provechosamente en dicha tarea.

Por lo que hace a la conservación del patrimonio intangible, Conaculta refrenda su intención de continuar alentando a las manifestaciones de la cultura popular, principalmente la indígena, por medio de programas de apoyo como el PACMyC, hasta ahora tan importante, pese a que ha empezado a dar muestras de fatiga por el clientelismo que ha generado a lo largo de los años y el serio problema que significa la poca e inadecuada difusión de sus resultados, generalmente valiosos.
En este punto resulta alentador que el Consejo reconozca la necesidad de “superar actitudes paternalistas” que tanto daño han hecho en las comunidades y tanto han originado la renuencia a colaborar por parte de las instancias estatales y municipales de cultura. Como siempre, queda claro que el acercamiento a las comunidades debe darse de una manera franca y respetuosa y que la cultura popular no tiene otro dueño que los actores sociales que cotidianamente la crean y recrean.

En síntesis, cabe expresar que en materia de protección del patrimonio cultural mexicano, tan rico y diverso, el gobierno federal requiere el apoyo de los otros órdenes del gobierno, de la sociedad civil y de la comunidad internacional, para llevar a cabo sus propósitos. Ojalá se establezca el concierto de voluntades que ello demanda. Lograr dicho acuerdo sería, sin duda, el logro más importante de la presente administración cultural en este campo.

17 de marzo de 2008

Intermedio



Imagen: Tempestad en armonía. Luvin Morales. Collage digital - Técnica original. 2008

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10 de marzo de 2008

Miradas al Programa Nacional de Cultura 2007-2012. Las Industrias Culturales.

Según la definición de la UNESCO utilizada en el Programa nacional de Cultura 2008-2012 “las industrias culturales son aquellas que combinan la creación, producción y comercialización de contenidos culturales e intangibles por naturaleza, protegidos por los derechos de autor y que pueden tomar la forma de bienes y servicios.” Cabe mencionar, que este sector que tiene un amplio apoyo en la tecnología de la información ha demostrado no solo ser un excelente y expedito vehículo de contenidos culturales, pero también un generador de riqueza y posible productor de bienestar social.

Entre las expresiones principales se encuentran las industrias de la radiodifusión, la música, la editorial, la cinematográfica, la audiovisual y el diseño, un determinado sector de las artes escénicas y los espectáculos y algunas otras empresas no de carácter industrial pero si de corte cultural, como el turismo cultural, las artes plásticas y las artesanías.

Las industrias culturales se sitúan en el ámbito de la producción y el comercio cultural, y según las propias palabras del programa es “un sector que ha tendido a quedar al margen de las políticas culturales o en el que la intervención del Estado ha operado en forma casuística, ocupado más en problemáticas o situaciones particulares y menos en la formulación de un política integral y articulada”. Aunque las propuestas se dividen por sector, las propuestas básicas para cada sector son tres: fortalecer la propuesta estatal, promover la creación de más industria cultural y regular su funcionamiento.

Las propuestas inicial que incluyen fortalecer el trabajo interno de las empresas culturales a su cargo; como serían IMCINE, Canal 22 y Radio Educación, es una tarea realizable a pesar de que el área de influencia de estas industrias son muy reducidas y solo llegan a públicos muy específicos. En cuanto al segundo punto se refiere, desde hace un tiempo se están desarrollando esquemas para apoyar producciones culturales que tienen pocas posibilidades de desarrollo en el mercado abierto. Estos trabajos son generalmente de poca envergadura y funcionan únicamente al nivel de apoyos, sin embargo existen; lo cual ya es una ganancia.

Sin embargo, las propuesta que hoy nos ocupa es la de que las instituciones estatales tengan mayor incidencia en los criterios utilizados para la producción y distribución de la oferta cultural propuesta por este sector empresarial. A pesar de que a nivel internacional, el desarrollo de las industrias culturales ha demostrado que son una fuente importante para el desarrollo sustentable de los pueblos, en nuestro país ha sido solo en años recientes que se ha considerado a este sector como una importante fuente de ingresos y desarrollo para el país. El estudio ¿Cuánto vale la cultura? realizados por Ernesto Piedras (2004) calculan que este sector contribuyó en 1998 con un 6.7% del Producto Interno Bruto y con un 7.3% en el año de 2003 (Piedras, 2007). Como es posible observar el intercambio comercial de los bienes simbólicos ha derivado en la consolidación de este sector como uno de vital importancia para el desarrollo del país.

Sin embargo, este éxito económico esta sucintándose con ganancias culturales marginales para amplios sectores de la población nacional. Pues el día de hoy, casi toda la producción de estas obras, está en manos del sector privado. El cual mayoritariamente considera mercancía y no productos culturales, pues los elabora bajo la lógica de mercado y no mediante una labor reflexiva que considere las inquietudes, necesidades y perspectivas de diversos grupos sociales que componen la población nacional.

Otro problema grave es la constante violación a los derechos de autor que sucede cotidianamente a partir del comercio informal, el cual reproduce los contenidos de discos, películas, videos, y libros entre los principales productos; sin pagar por los derechos de reproducción de estas obras de autor. La incidencia del sector informal en las industrias creativas tiene altos costos para toda la cadena productiva. Pues el también denominado sector sombra, no solo reduce notoriamente la derrama económica de este sector; sino también demerita el valor simbólico de este trabajo. Lo cual constituye una fuente importante de legitimación dentro de los gremios en los que se maneja.

En este sentido, el programa nacional no incluye criterio alguno para acometer esta problemática. Esto es preocupante, pues a la par de las prácticas monopólicas esta es una de las preocupaciones que ponen en riesgo el desarrollo efectivo y plural de este sector emergente, el cual podría convertirse en una fuente de bienestar social y recursos económicos para varios sectores de la sociedad.