26 de julio de 2010

Intermedio


Fandango Without Borders. Martha Gonzalez habla sobre The Seattle Fandango Project, el son jarocho y la música como principio de comunidad.
Conferencias TED-x Seattle, 16 de abril de 2010.

PRÓXIMO POST: Lunes 2 de agosto.

19 de julio de 2010

¿Irás y no volverás? O “estás que te vas y te vas, y te vas. . . .”

Seguimos en el viaje rizomático: Martha Gonzalez responde el post anterior y nos invita, generosamente, a escucharla narrar su sentido del devenir migrante, a mirar los mosaicos de su memoria compuesta de pedacitos de acá y de aquel lado del border, de los múltiples borders que cruzan la experiencia chicana.

Martha, quien en el apellido ya perdió el acento del que también se despojó el antiguo pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de Porciúncula (L.A. pa' los entendidos), es etnomusicóloga, doctorante en el Departamento de Estudios de la Mujer de la Universidad de Washington, co-organizadora del Fandango Seattle Project, promotora y activista cultural, además de zapateadora, cantante, percusionista y compositora del grupo chicano Quetzal. Ah, también es mamá de Sandino...

Desde este lado de nuestro virtual border, agradecemos a Martha su texto, le mandamos besos a ella y a los suyos, y esperamos volver a verla una tercera vez (hace tiempo subimos un video de Quetzal en los Intermedios) por estas páginas observantes.

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Ishtar Cardona inicia una plática sobre la migración, el migrante y la transculturalidad. Sobre la migración, dice del migrante: “Y sus historias. . . sus necesidades, sus deseos. Y sus rabias. Y sus contentos.” Cardona teme que quizás nunca sabrá cómo le fue al migrante. Se llevó una muda y pues, ni decir… “O tal vez sí, algún día.”

Armando memoria, hay un migrante, mi padre, sobre el cual informa mi cantar... Para empezar con lo más triste: mi papá murió de borracho en las calles del East L.A. No quiso ni un compromiso con la sanación. Al rogarle que hiciera un esfuerzo decía “¡qué alcohólicos anónimos ni que la chingada!” Claro, no todos los migrantes acaban así. Mi padre quiso ser cantante y músico, pero se le atravesó la botella, y más bien resultó volverse fantasma.

Yo. Como ser humano que utiliza la música como expresión, la vida para mí ha sido fuente de inspiración. Mi trabajo como música refleja la historia y legado de aquel borracho, sus necesidades, su incompleto deseo, su rabia, y quizás en otro mundo, sus contentos. Nunca regresó a vivir a su México como lo quiso. ¿O sí? Se puede decir que mi padre regresa en mí. Más tarde voy a averiguar esa posibilidad.

Mi papá no se consideraba un migrante. Nunca vio su estancia en los E.U. más que como eso, una breve estancia. Migró a principios de los 60’s, y aunque todos sus hijos, cuatro en total, nacieron en E.U., nunca dejó de regresar anualmente en los veranos a Guadalajara. Recuerdo bien los viajes a México, las cenas, las pláticas, los abuelos, las tías, y por su puesto la música que surgía en cada momento. Mi padre siempre quiso regresar a vivir a su Guadalajara pero nunca lo logró.

Estando en E.U. mi papa no permitía ni un grano de cultura Americana en el hogar. Fue fácil y a la vez no. En East L.A uno podía nacer y morir sin tener que hablar ni una gotita de inglés. Pero aun así gringolandia estaba en todas partes y por más que mi padre no quiso siempre nos llegaba algo de esa cultura extraña; o mejor dicho, se enlazaba con lo Mexicano. Porque East L.A es uno de esos lugares donde culminan varias vertientes distintas que a lo largo inspiran múltiples expresiones de sus habitantes.

En los mercaditos se escuchaba la música ranchera y la tropical junto con el hip-hop, y el R & B. De niña recuerdo haber escuchado a los Bee Gees, Led Zeppelin, el groove de Roger and Zap junto a las melodías y falsetes exquisitos de Earth, Wind and Fire. En casa mi padre combatía estas influencias musicales con Jorge Negrete, Pérez Prado, Lucha Villa, Javier Solís y Juan Gabriel (justo en los años de la famosa rola “Querida”). Se puede decir que eso es ser culturalmente Chican@, vivir lo Mexicano en casa y en la calle la multi-mezcla cotidiana que se encuentra a diario y en todas partes de la ciudad. Si no te las ingenias, no sobrevives. Como se dice, es cosa de “sink or swim” (nadas o te hundes). También el spanglish (inglés y español) como lenguaje local se tiene que manejar para poder navegar la vida en estos barrios.

El “ir y venir” es parte de mi. Legado que como adulto sigo haciendo funcionar, repitiendo la costumbre familiar que mi padre estableció. Pero ahora no es para ver lo poco que de mi familia queda en México, sino para aprender, y dialogar con los múltiples movimientos que se llevaban a cabo y repican con lo que vivimos en East L.A.

La lucha Zapatistas, y el Nuevo Movimiento Jaranero han sido sumamente importantes para mí como música Chicana, cantante, percusionista, y compositora de Quetzal. En un debido momento nuestra música puede reflejar un R & B back-beat con un son jarocho feel cantado al estilo y sentimiento de Tereso Vega (a quien nadie le llega pero en fin). La lírica, en spanglish, habla de identidad, del migrante en los E.U., de la injusticia, la globalización, del dialogo transnacional entre Chican@s y Jarochos, de la mujer y la esperanza. La transculturalidad resuena más hoy que nunca, con las urgencias sociales presentes. A fin de cuentas es una manera, una técnica, una herramienta para la sobrevivencia. Como músicos todo eso se refleja en nuestra música.

Recientemente brindamos este mix a una comunidad en Little Tokyo (barrio japonés) en Los Ángeles. En esta misma tocada el grupo jarocho Son De Madera aceptó nuestra invitación y nos acompañó. A ambos ensambles se nos unieron músicos de tambores Taiko. “La Lloroncita” sonaba a algo nuevo en un groove de cuatro por cuatro a lo cual Ramón Gutiérrez agrego su virtuosismo con la guitarra de son. Tereso Vega la canto a gusto, como si estuviera en Boca de San Miguel. Los japoneses, Chican@s, y el son jarocho sonaron de forma precisa. Aunque todo por su parte era en si distinto, a fin de cuentas sentimos un afán, llegamos a un significado común. Y en ese momento se sonorizó una comunidad.



Se han producido otros momentos transculturales como estos. Por ejemplo: en el 2006 Quetzal, Son De Madera y Zack de La Rocha (Rage Against the Machine) prestamos esfuerzos para una causa muy importante. En el esfuerzo del South Central Farm se manifestó esta energía y diálogo donde la música fue otro fusil más para resistir la expulsión de familias campesinas de sus tierras en plena ciudad. El son jarocho fandanguero había tenido un significado especial para todos y especialmente para los Chican@s. El fandango, las familias y la música -que es inclusive a todos y de todas partes- se prestaron a los esfuerzos sociales de Los Ángeles, Seattle, La Bahía y más. Pero a nuestra manera también el fandango se adapta a otras influencias. El protocolo del fandango se presta a esto. Es un espacio que se forma y desaparece tan pronto como se manifiesta. No se puede contener. Esto es una postmodern condition. Where extinct lands manifest temporal geographies (Pat-Brady 2002). Temporal in the sense that they are fleeting spaces where people meet and dispurse at will and by necesity.



La cultura es un proceso. Un pasado que se vive en el presente. Y al vivirlo a la vez se gesta, y nace en un futuro preciso, pero siempre distinto. Me doy cuenta que quizás mi padre presintió esto. Que nunca sería igual. Que las cosas cambiarían y que lo empezaba a experimentar en nosotros, sus hijos, y desesperadamente lo lamentaba. Su “ir y venir” fue otra herramienta adicional para combatir ese sentimiento.

Nuevamente el “ir y venir” es parte de mí. Voy y vengo. Ni de aquí ni de allá. Tomando todo esto en cuenta estoy de acuerdo en lo que comenta Ishtar Cardona sobre el hecho de que ya no estamos con que “Irás y no volverás”. Más bien se podría decir como dice la canción “Estás que te vas y te vas, y te vas y te vas… ¡Y no te has ido!” ¿O quizás uno se va y la hija regresa? Digamos que sí. La hija regresa con y por la música. A sanar el trauma de su padre. Pero al regresar esta hija a México, y al sentir y al tener un legado Mexicano, igual y no le ocurre por completo, ni quiere que le ocurra. Está a gusto. Firme en la ambigüedad. Sí. Soy la suma y resta de esa trayectoria histórica familiar, musical, cultural que informa y sigue afirmando una realidad transnacional. El viaje sigue, y no parece terminar.

12 de julio de 2010

Intermedio


La música viva del Puerto de Veracruz.
César Castro, músico jarocho asentado actualmente en Los Ángeles, nos comparte un video que grabó en el mercado Unidad Veracruzana mostrando la música que se encuentra vivita, coleando, desparramada, corriendo y muy presente en los espacios públicos de este puerto.

César dice: "Este vídeo lo grabé para mostrar un ejemplo de lo que es una ciudad tan llena de música viva. Es un gran gusto y orgullo para mí compartir estas imágenes. Noten la locación, la instrumentación y todo lo que yo no les puedo decir. No olviden dejar comentarios ya que el amigo Víctor, el bajista, ha recibido este vídeo que él mismo me autorizó grabar y publicar."

http://www.youtube.com/user/jarochelofilms

5 de julio de 2010

¿Irás y no volverás?

Migración y transculturalidad: Ishtar Cardona escribe esta semana sobre el viaje inacabado que supone la migración observada desde la perspectiva del flujo de elementos culturales. De los sonidos a los sabores, del viejo al nuevo vecino, la percepción se recompone cuando ser y estar se deconstruyen.
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"When I came here 20 years ago, I got on the front pages for saying 'Every Mexican has the potential to be a Chicano', but look now. We're here, they're there. They're here, we're there."
Tomas Ybarra-Frausto.


El viaje de ida y vuelta. O no.
El tránsito. Flujo. Ir para regresar. O quedarse. O dejar una parte. Mutilarse. O completarse.
La migración como signo de nuestros días: visible desde la vitrina comunicante, en el conversatorio del cotidiano, un escenario familiar. No es que los nómadas en búsquedas múltiples hayan aparecido súbitamente hacia finales del siglo pasado. Lo que pasa es que su pasos resuenan más. O nos resuenan más.

Tanto que se ha dicho sobre la migración. Pero cuando el fantasma toca de cerca el tono de voz para narrarlo cambia.

Desde Veracruz pensamos de más en más en los que se lanzan a circular buscando. Porque cada vez salen más desde acá, desde esta franja de tierra a medio camino entre mar y montaña. Y se me aparece un recuerdo de no hace mucho: el funcionario de casilla, trabajosamente convencido para participar como parte garante de una elección en la que no cree, que desaparece a dos días de la votación, así, sin avisar. “Se fue al norte”, nos dicen. “Nomás se llevó una muda”. Y sus historias, me digo. Sus necesidades, sus deseos. Y sus rabias. Y sus contentos.

No sabré cómo le fue. O tal vez sí, algún día. Lo que sí sé es que a ese equipaje se le añadirán otras mudas, otros cambios de piel. Las capas se sobrepondrán, a viejas músicas nuevas músicas. O músicas que también eran viejas allá, pero que para el nómada son novedad. Ideas, formas de acomodar el mundo. Códigos, enlaces. Luego regresará para quedarse. O tal vez no. Tal vez una visita festiva, un abrazo de doctor. Y dejará parte de sus bultos recompuestos y volverá a marcharse con su maleta, parte costumbre parte descubrimiento para volver a deshacerla y volver a armarla. Acá y allá. Armando la memoria, construyendo un deambulatorio. Fundando en su propia experiencia eso que se llama transculturalidad.

Del referente local al signo global. Del recuerdo de un golpe de jarana al acto de un festival World Music, pasando por la celebración de fandangos fronterizos, el diálogo se establece para que la música, como para tantos otros gestos de la cultura veracruzana, recorra el camino de este puente circular. Y lo jarocho, recreado en otros contextos, cultivado también ya por otras manos que le han metido mano a la maleta, pasa a ser jarochilango, jarotijuano, jaroguajaco, jarochicano… Porque ya no es solamente el salido de los Tuxtlas, de Sotavento, del Istmo, del Puerto -y de Xalapa, y de Zongolica- el que rasguea un mosquito en sol. Se lo intercambian con otros que no salieron del mismo lugar, pero que por otras razones, o no, arribaron al mismo destino, aunque sea por un momento. Otros que llegaron antes, o que llegaron poco después. Y que también comparten lo que traen en sus propias maletas para poder platicar, para darse el chance de encontrarse.

Estos encuentros van rompiendo las barreras de lo nacional. Entre Veracruz y Los Angeles no hay escala necesaria en el DF. A veces sí, pero el son jarocho ya no tiene la vista puesta de forma unívoca en el centro del país. Y a veces se desvía a Oaxaca, a Guerrero, o se toma un respiro en Mexicali antes de llegar a Chicago, a Nueva York, a San Francisco. El puente recorre, ese sí, por encima de las mallas metálicas y de los centros políticos. La música viajera descubre que entre lo mexicano y lo "americano" también se asoma la otra América, la del cajón y el tres, la de la artesa y el arpa grande, el clarinete y el sax, el cavaquinho y el güiro. Además, en esa América también hay cabida para el oud y la kora, el bohdrán y el fiddle.

En esta circularidad que cada uno ha recorrido nos encontramos allá pudiendo habernos encontrado acá, de este lado. Y nos ligamos a otras raíces que de este lado ni soñábamos. Probamos totopo y corundas sin haberlos conocido en casa. Nos enteramos que el bubú es muy cómodo para el calor, aunque no nos atrevamos todavía a ponernos uno. Que siguen sin gustarnos las verduras –aunque los amigos vietnamitas inviten a cada rato-, que preferimos la Sol a la Barena (o no...), que el sancocho no nos es del todo extraño. Que aunque sigamos buscando a nuestros semejantes más semejantes, hay cosas no tan malas del otro lado de la calle. Aprendemos a evaluarnos de forma distinta. El miedo a lo otro sigue existiendo, pero el otro se vuelve algo ubicuo, universal, a lo que nosotros mismos pertenecemos. También se rompen para reafirmarse diferentemente las barreras de lo que consideramos propio.

La mirada del migrante cambia, y la de quienes lo miran también. Se ajusta. No es posible guardar la misma graduación en lentes que miran a escalas alternadas. La voz con la que se narra, con la que se canta, también. La voz con la que nos cantamos. Nos estamos diciendo tantas cosas… Sí, tantas cosas que se han dicho, que nos hemos dicho sobre la migración. Ya no estamos en el cuento del “Irás y no volverás”. Han cambiado las perspectivas desde las que miramos a los que se van, a los que regresan, a los que tienen un pie de un lado y el otro más allá del border. Se regresa, en eco, en imágen, el barco cargado de mercadería: acentos, sonidos, luces distintas. Ya sabemos que en términos culturales el viaje no termina.

Y ahora no puede ser de otra forma. Bien dijo Tomás Ybarra: Ellos están aquí, nosotros estamos allá.